Le veníamos dando vuelta a la idea hace tiempo. Algo que se adaptara a lo que nos hemos ido convirtiendo en estos últimos años: adultos hogareños, padres, sin muchas oportunidades para salir, y volcando buena parte de nuestra vida hacia dentro: hacia la casa y las niñas, hacia nosotros, hacia el corazón y por ende, como malos de la cabeza hacia el ocio y el regaloneo.
El párrafo anterior en realidad lo explica todo, aunque conviene precisarlo, porque la verdad es que de noche salimos bien poco, pero en otros términos nos movemos y viajamos bastante, y este otro detalle hace también querer tener un gran lugar donde volver a echar los huesos luego de esa caminata por un cerro o ese viaje de placer que se transforma de pronto en algo intenso y agotador.
Es curioso cómo van cambiando nuestras necesidades y cómo las cosas por las que optamos van dando cuenta de aquello. Cuando llegamos a esta ciudad y vivíamos en una pieza, me parece que nos sentíamos muy bien al tener todo un piso para nosotros porque las demás habitaciones estaban desocupadas. Había cierta amplitud y privacidad que se transmitía en una noble comodidad. Obviamente aquello era pasajero y se necesitaba un lugar donde habitar de verdad y con todo el mundo adentro (léase con la llegada de las niñas).
Ocupamos por un par de años un departamento sencillo pero cómodo, lo mejor que nos pudo haber pasado entonces, con buena vista y una tranquilidad que se agradece. Pero al paso del tiempo aquello se fue volviendo también pequeño (y en realidad vaya que lo era); comparado con el ahora que trae mucho espacio, de hecho mucho más espacio que cosas. De todo aquello rescato rápidamente mucha luz por todos lados, un lugar para la lectura, otro pare el cine, un gran jardín y una vista insuperable.
Se vuelve uno machista, errático o simplemente inmaduro al declarar que obviamente todos estos cambios son necesarios pero cuando se comparte vida con una mujer se vuelven doblemente urgentes. Hay en ellas cierta ansiedad por el control y la tierra firme que a uno a veces lo pilla en pañales.
Todo esto es por Pilar, yo pienso los cambios, es ella que finalmente los ejecuta. La pieza, el departamento y ahora la casa. Si hasta sus mágicas rotaciones de muebles. Todo es gracias a ella. Es súper bueno que a veces no me haga caso. Si fuera por mí todavía estaríamos viviendo en aquella estrecha habitación y perdiéndonos todo lo bueno de esto. Es lo bueno y lo malo de las mujeres. Es lo bueno y lo malo de los hombres; y ésta imagen, la vista desde la casa nueva. (gracias Tito F. por frase concedida)