4 días de carrera por Puerto Montt, mucha agua, viento y pocas imágenes.


Como ya les había anunciado, me aprestaba a recorrer más de 3 mil kilómetros del país en menos de 5 días para llegar desde Arica hasta Puerto Montt y poder asistir a un intersante Seminario de Educación Ambiental.

Así es que pasé rápidamente por tierra hasta Antofagasta, Coquimbo, Viña - Valpo y Santiago; en esta última ciudad sólo para cagarme de miedo en el aeropuerto a la espera del vuelo que me llevaría hasta la la capital de la Región de Los Lagos (ya no me aguantaron el salto de seguir en tierra hasta el sur.) debido a que me da miedo viajar en avión.

Sin duda soy un fotógrafo que avergonzaría a NATGEO, porque además el viento y la lluvia me echan tánax, como se dice por ahí. Y bueno, llegué a Puerto Montt, una ciudad donde la novedad es que no llueva ni corra viento y el paraguas ya no existe ni por vocabulario.

Eso para un ariqueño como yo suele ser a veces complicado, sobre todo si tengo que estar largas horas lejos de la casa, como estos 4 días en que partía temprano al Seminario y volvía de nochesita. También me preocupo porque a los amarretes ingenieros de mi querida Nikon D90 no les dió el corazón para sellarla y hacerla inmune al agua.

En fin, igual uno se las arregla para burlar la angustia, la lluvia y el viento, porque yo seré muy miedoso pero me subo igual al avión, y seré muy cuidadoso de mi equipo pero hay que hacer fotos igual.

Con el poco tiempo libre que tuvimos durante el Seminario apenas alcancé a disparar un par de veces en la ciudad, específicamente en el centro y en el sector de Chinquihue que es donde corresponden las imágenes de la galería. Obviamente no iban a ser en color las imágenes, el día no estaba para eso si no para que el alto contraste del monocromo mostrara las bondades de una ciudad cada vez más linda y que finalmente acabó, según me contaron,  con el injusto apodo con el que cargaba: Muerto Montt. Al menos pude comprobar personalmente un interesante movimiento nocturno, eso sí, para el que yo obviamente no estaba a la altura por esos agotadores días.


Sin embargo, irónicamente el día que partimos apareció por fin un sol de esos, ya era demasiado tarde para todo pero menos para una foto con todo el color que faltó en las jornadas anteriores. Esta es la Plazoleta de Pidera Azul, al comienzo de la Carretera Austral, sector donde nos alojó y regaloneó nuestra querida amiga Cristina. Gracias una vez más !

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